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Saliendo del centro de Maceió, son unos 30 minutos en coche. El viaje te lleva al pequeño barrio de Riacho Doce, en la costa norte de Maceió, un escenario ideal para aquellos que no tienen mucho tiempo para viajar, pero no renuncian a un fin de semana de ocio -y tranquilidad- en las cercanías de la capital.



Con su verde vertiginoso, las aguas del mar Riacho Doce forman un conjunto que, tan bello, sirvió de escenario y título al romance vivido por el pescador Nô y la extranjera Edna, personajes de la obra Riacho doce, del escritor paraibán. José Lins do Rego (1901-1957).



Pero la simbiosis en Riacho Doce se revela incluso en la unión entre pescadores y boleiras. Los hombres van al mar, mientras las mujeres se turnan para producir tapioca, beijus, pies de cabrito, tortas de mandioca y maíz. Caminar por las estrechas calles del barrio es, en cierto modo, “saborear”, por el olfato, una infinidad de manjares. Y si pides permiso, pronto se abrirán las puertas de los panaderos. En los patios traseros están las casas harinero, escenarios que demuestran el ingenio de la gente sencilla: máquinas para moler la mandioca, el horno para hornear las tortas. Impresiona ver la habilidad de las manos que raspan el coco; mujeres que no parecen molestas por el calor del horno cuando sacan los “productos horneados”; pies de niño, envueltos en hojas de plátano, “regalos” para comer.

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